jueves, 29 de abril de 2010

Centinela


CENTINELA
Fredric Brown


Estaba húmedo, lleno de barro; tenía hambre y tenía frío y se hallaba a cincuenta mil años de luz de su casa.

Un sol daba una rara luz y la gravedad, que era el doble de aquella a la que él estaba acostumbrado, hacía difícil cada movimiento.

Pero en decenas de millares de años esta parte de la guerra no había cambiado. Los pilotos del espacio tenían que ser ágiles con sus diminutas astronaves y sus armas refinadas. Cuando las naves habían aterrizado, era, sin embargo, el soldado de a pie, la infantería, la que tenía que hacerse dueña del terreno, palmo a palmo y costase la sangre que costase. Esto es precisamente lo que sucedía en aquel maldito planeta de una estrella de la que no había oído hablar hasta que puso el pie en él. Y, ahora, era terreno sagrado porque los extranjeros también estaban allí. Los extranjeros, la otra única raza inteligente en la Galaxia..., raza cruel de monstruos abominables y repulsivos.

Se había tomado contacto con ellos cerca del centro de la Galaxia, después de la colonización lenta y dificultosa de unos doce mil planetas; fue la guerra a primera vista; habían disparado sin tan sólo intentar negociaciones o hacer una paz.

Ahora se luchaba planeta por planeta, en una guerra amarga. Se sentía húmedo, lleno de polvo, frío y hambriento, el día era crudo con un viento que dolía en los ojos. Pero los extranjeros estaban tratando de infiltrarse y cada puesto avanzado era vital.

Estaba alerta, con el fusil preparado. A cincuenta mil años de luz de su casa, luchando en un mundo extraño y dudando de si viviría para volver a ver el suyo.

Y entonces vio a uno de aquellos extranjeros que se arrastraba hacia él. Encaró el fusil y disparó. El extranjero dio este grito extraño que ellos dan y después quedó tendido en el suelo.

Le hizo temblar el espectáculo de aquel ser tumbado a sus pies. Uno puede acostumbrarse a ello después de un rato, pero él no lo había logrado nunca. ¡Eran unas criaturas tan repulsivas, con solamente dos brazos y dos piernas, y una piel horriblemente clara y sin escamas...!




[FIN]

domingo, 25 de abril de 2010

27



Los rostros que has ido abandonando
se han quedado debajo de tu rostro
y a veces te sobresalen
como si tu piel no alcanzara para todos.

Las manos que has ido abandonando
te abultan a veces en la mano
y te absorben las cosas o las sueltan
como esponjas crecientes.

Las vidas que has ido abandonando
te sobreviven en tu propia sombra
y algún día te asaltarán como una vida,
tal vez para morir una vez sola.

Roberto Juarroz

jueves, 15 de abril de 2010

Presentimiento






















PRESENTIMIENTO


Arde el fondo de la boca muda
mientras en el cielo gris eterno, estático,
dan un concierto los cuervos negros.
El aire, enrarecido.
Abajo, en la tierra húmeda y temblorosa,
mientras tanto, las palabras asustadas
son arrastradas lentamente hacia el exterior.

La tierra, caliente.
El silencio es la ansiedad candente
de los momentos previos a un suceso luctuoso,
tal como si todo fuese a estallar en mil pedazos.
El murmullo, ininteligible.
Nada... nada pasa... excepto, quizás,
el tiempo... con el pulso marcado por un reloj
en el que se clavan unos ojos que preguntan.
La duda, silenciosa.
De repente, una piedra cae en la balsa de aceite,
un maremoto sacude, y entre los restos del naufragio
aparecen, llorosas, las palabras caducas de la boca muda.


Íñigo Jesús Ansotegi Suárez

lunes, 12 de abril de 2010

La geometría de las sombras




Elric, Tecnomago: - Mis hermanos y yo existimos dentro de la ambigüedad. Somo soñadores, escultores, cantantes, y creadores. Estudiamos los misterios del láser y los circuitos. El cristal óptico y el escáner; Demonios Holográficos e invocaciones de ecuaciones. Esas son las herramientas que empleamos y sabemos muchas cosas, tales como los verdaderos secretos, las cosas importantes: Catorce palabras para hacer que alguien se enamore de ti eternamente; Siete palabras para hacer que te alivien el dolor; Cómo decirle adiós a un amigo que se muere; Cómo ser pobre,cómo ser rico; Cómo redescubrir los sueños cuando el mundo te los ha robado. Por eso nos vamos, para preservar ese conocimiento.

lunes, 5 de abril de 2010

El Cielo en Desintegración



El Cielo en Desintegración
Poul Anderson


El cuarto de Cliff Bronson estaba amueblado con suave buen gusto, un poco arcaico, con sus muebles oscuros y la chimenea, donde leves llamas cantaban y lanzaban destellos rojizos a la suave luz de la lámpara. Había albumes de discos de los antiguos maestros de la música, y los estantes contenían excelentes ejemplares de las obras de los grandes clásicos de la literatura mundial, desde Esquilo hasta Guthrie.

Pero entre los discos se encontraban también los siniestros desacordes de Stravinsky y Berlioz junto con las últimas novedades populares. Y algunos volúmenes sumamente curiosos y conturbadores se avecinaban con los de Shakespeare, Goethe y Voltaire. El bufón sardónico de Franz Hals miraba de soslayo en la habitación a un reciente Dalí. La disposición parecía deliberada, acaso simbólica.

Había una amplia ventana que miraba a la escarpada pared que parecían formar las millones de resplandecientes luces de Nueva York. La realidad restallaba el remoto tronar de su resaca contra la habitación. Pero entre sus paredes se perdía lo urgente e inmediato. La costosa radiotelevisión estaba cerrada. Su voz no podía dar el menor paso resonante como una trompeta hacia una guerra que solamente podía estar a semanas o días de allí. Su locutor exhalaba los tonos lánguidamente registrados de Delius, descanso y olvido junto a arroyos soñolientos, una paz bucólica que quizá nunca había existido.