lunes, 17 de mayo de 2010

El Silencio, Palabra y Ritmo

Antes de entrar en la habitación, incluso subiendo las escaleras, los sonidos eran los de la cordialidad recatada,  complicidad compartida, espera y expectativa.
Una vez dentro la autoorganización del grupo era el sonido emergente, que se mezclaba con el de los pensamientos, individuales en un principio, de cada uno de los sujetos. Los sonidos se correspondían intangiblemente con los del análisis y la atención del grupo; los oídos estaban abiertos.
Pero antes de llegar, mucho antes en la madrugada para mí ya había sonidos difíciles de olvidar. Estaba solo en un apartamento probablemente vacío, completamente desconocido. Mis movimientos eran los del buscador del detalle revelador de una presencia ajena, que no llegaba.
Únicamente el viento se manifestaba tangiblemente, golpeando contra la ventana de este noveno piso de soledad ahora dejada atrás. Estaba solo en una habitación vacía y mis oídos estaban bien abiertos, lo puedo asegurar.
Los bolígrafos rasgan inseguros el papel y el taller empieza. Cada participante escribe una historia sonora y a mí me es imposible no pensar un título de E. A. Poe, “El Poder de las Palabras”
 14.05.2010
El Relato de la Sombra de Providence, aquí debajo.

lunes, 3 de mayo de 2010

La Estirpe Desnuda de la Cuchara


LA ESTIRPE DESNUDA DE LA CUCHARA


Veo al oro verde con su espiga de dolor,
multiplicando su fruta de pan y espuma,
y vestido de lentitud, traer silbando
hasta la estirpe desnuda de la cuchara,
pólvora, vidrio molido y un largo grito.

Muere de hambre el hombre en la cosecha,
para su configuración y su boca, no hay espacio:
para él hay un sueño escrito en las paredes
y un monumento que amenaza su libertad.

La tumba lo espera
y él sangra.

Él desfila con su confusa historia de humo,
y rastreando en los párpados de la mañana
busca en la batalla del cereal
la muchedumbre de un amanecer imperecedero.

Pero llega la noche con el cuchillo,
y enredándose con el sudor amputa la lluvia,
hasta que difuso en el pulcro paisaje,
a su flor, mortalmente derrama.

Labora el hombre
 y luego
 cae muerto.
Elías Letelier